domingo, 16 de junio de 2013

Los territorios como otra cara de las relaciones de poder

Por María Eugenia Comerci 

Los sujetos sociales, en la cotidianidad, producimos espacios y lugares, territorios y regiones. Tanto el espacio como el tiempo y las representaciones que giran en torno a los mismos, son construcciones sociales históricamente definidas, y por ello, cambiantes y dinámicas. 
Lejos de ser “natural” la estructuración espacial del territorio pampeano, es el resultado de prácticas puestas en acción por diferentes sujetos que expresan cierta intencionalidad y suponen relaciones sociales asimétricas. 


Como nos enseña David Harvey: “la forma en que el espacio y el tiempo se determinan entre sí está íntimamente vinculada a las estructuras de poder y a las relaciones sociales, a los particulares modos de producción y consumo que existen en una sociedad dada. Por lo tanto, la determinación de lo que es el tiempo y el espacio no es políticamente neutral sino que está políticamente incrustada en ciertas estructuras de relaciones de poder. Considerar una versión del espacio y tiempo como “natural” significa aceptar el orden social que los corporifica como “naturales”, por lo tanto incapaces de cambiar” (1994: 3-4).
En este marco, los grupos dominantes intentan imponer sus particulares concepciones de tiempo y de espacio al resto de la sociedad, que a su vez es portadora de propias representaciones. De modo que coexisten, en la complejidad social, diversas  territorialidades y temporalidades. Así, por ejemplo en el territorio indígena del centro de Argentina, antes de las campañas militares de 1879, la espacialidad visible y material del concebido “desierto”, se definía por las rastrilladas que unían tolderías, lagunas, surgentes, salinas y cerros en extensos campos abiertos. Los espacios vividos se representaban en el arte rupestre, que expresaban distintas percepciones y diversos sentidos otorgados por la gente. Los tiempos se regían según los ciclos naturales y las creencias de los originarios. Los recorridos que realizaban en busca de ganado -lejos de ser anárquicos e irracionales-, conformaban ciclos que unían lugares con aguadas y se respetaban los tiempos reproductivos de las presas.
Esta concepción témporo-espacial fue alterada con la construcción del nuevo orden que impuso el estado nación en el denominado “Territorio de la Pampa Central”. En el año 1882, el espacio comenzó a ser mensurado, amojonado y dividido en departamentos, fracciones, secciones y lotes, administrados por un comisario de policía y un juez de paz. Así, desde la lógica occidental y moderna, durante el siglo XIX, en plena expansión del positivismo, el Territorio de la Pampa Central se fragmentó y cuantificó; el espacio se compartimentó en regiones claramente delimitadas y descriptas, contenedoras de recursos y poblaciones.
En este contexto, “lo espacial” adquirió suma importancia para el estado nación y se volvió susceptible de ser transformado, ordenado y mercantilizado. En el caso del oeste pampeano, el territorio se racionalizó desde la lógica occidental-moderna y se lo representó en una cartografía que, al servicio del nuevo orden dominante, reproducía los recursos naturales viables de explotación o los titulares registrales, ausentes y distantes “nuevos” propietarios de la tierra. Este espacio rápidamente entró en la dinámica del mercado y se inició un proceso de transacciones de compra y venta de tierra, pero la zona no se presentó, en general, como un área atractiva para la radicación de los titulares registrales ni para la realización de grandes inversiones.
Mientras tanto los puesteros y las puesteras se asentaban con sus familias en agudas naturales o en las cercanías de los ríos. Con propias lógicas espacio-temporales sustentaron la existencia con la cría de ganado y, en algunos casos, con el aporte del trabajo estacional. La ausencia de alambrado en los campos permitía, además, la generación de ingresos extra por medio de la caza y la recolección de especies del monte para la elaboración de utensilios y aperos.En la actualidad, en pleno avance de la frontera agropecuaria hacia la pampa árida, diversos sujetos sociales se hacen presentes en el oeste mediante el trazado de alambrado, el corte de caminos, la sobrecarga de los campos con vacunos y la realización de perforaciones en busca de petróleo y gas natural. Las manifiestas transformaciones en el espacio concebido-vivido y los nuevos tiempos de estos agentes están entrando en conflicto con los de los puesteros alterando sus estrategias de vida y redefiniendo sus espacialidades. Así, la diversidad de espacios y de tiempos a los que Harvey se refiere, implica diferentes modos de concepción del mundo, distintas maneras de producir territorios, de allí la importancia de los estudios geográficos e históricos en la visibilización de esos otros espacios y tiempos que posibilitan la construcción de territorios alternativos.


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