jueves, 23 de junio de 2016

¿Creced y multiplicaos?, el dilema de las crisis vitivinícolas argentinas

Por Ana Mateu - Investigadora del Conicet - Docente UNCuyo
Cabe entonces que nos preguntemos desde la historia si hay nuevas estrategias para acabar con los desequilibrios internos de la industria.
¿O es que solamente hay que resignarse a que algunos sectores puedan crecer y otros apenas sobrevivir o perder en contextos inestables, atravesados por cambiantes coyunturas macroeconómicas y políticas, por variaciones de tasas de cambio, ciclos inflacionarios y recesivos, caída de los precios y modificaciones del consumo? Y solo si nombramos a algunos de los múltiples factores que impactan diferencialmente en los distintos actores de la cadena productiva y comercial de una industria que fue soñada como “equilibrada” hace muchos años. 
Quizás para conocer la recurrencia de los problemas y de las soluciones sugeridas o implementadas, baste recorrer las páginas de los diarios en los meses de febrero y marzo de los últimos ciento diez años.
Siempre la cosecha, los excedentes, el precio de la uva y del vino, los salarios de los obreros y hasta sus condiciones laborales, han generado discusiones sobre la rentabilidad del “negocio” vitivinícola entremezcladas con los fuegos de artificio de la celebración de la vendimia.
Y también, en muchas ocasiones, el temor a los desequilibrios entre la oferta y la demanda llega a la cotidianidad de los mendocinos, algunos de los cuales, por ejemplo, deciden este año no festejar el fin de la cosecha como mecanismo de protesta. 
Los años transcurridos pueden ser recreados a partir de los muchos hilos de un ovillo que se resiste a ser desenredado porque en su seno están los mismos problemas de antaño.
La historiografía ha analizado el proceso de conformación y consolidación de la industria y ha prestado especial atención a los diagnósticos de los expertos, que desde principios del siglo XX miraban con preocupación una actividad que se hizo gigante sin madurar, que pasó de ser artesanal a moderna, que contó con las bodegas y los viñedos más grandes del mundo y con legendarios “reyes del vino”.
En ella convivieron, y aún conviven, grandes empresarios que monopolizan el mercado junto a pequeñas y medianas bodegas, así como viñateros integrados junto a miles de productores de viñas criollas de menos de diez hectáreas y que están en vías de extinción. 
Las contradicciones se expresan también en fincas que mutaron de elaborar uvas francesas a criollas para convertirse luego en la tierra del malbec, en entidades gremiales que no logran canalizar las demandas de sus asociados y en corporaciones que no han podido cumplir sus metas, en un sistema cooperativo al que le cuesta remontar a pesar de los éxitos de mercado de Fecovita y en políticas públicas oscilantes en las cuales el intervencionismo estatal ha sido tan reclamado como vilipendiado.
Todas estas características han permanecido casi intactas a pesar del paso del “viejo modelo centenario” enfocado en la producción masiva de vinos para el mercado interno a la reconversión productiva de los años 90, cuyas consecuencias aún no terminamos de evaluar. 
Los cambios de los últimos veinte años estuvieron precedidos por la confianza en la vieja creencia de que la viña era un negocio millonario y que el mercado interno vigorizado por migraciones externas e internas no tendría techo.
Esto llevó a recurrentes crisis excedentarias y a crecimientos distorsionados de las hectáreas cultivadas, que en la década del 70 superaron el 10% anual y que fueron alentados por discutibles exenciones impositivas para incrementar la producción agrícola en zonas áridas. No solo creció el espacio cultivado con riego subterráneo sino que la productividad creció por la reintroducción de variedades con mayores rendimientos.
Las perspectivas eran por demás auspiciosas: el consumo per cápita había llegado a 91 litros, guarismo imposible de recuperar frente a los 24 litros actuales amenazados por la cerveza, las gaseosas y otras bebidas alternativas.
Ese modelo tuvo su fin, casi coincidente con la intervención al grupo Greco en abril de 1980 que terminó con su hegemonía en la cadena y fue el canto del cisne de la vieja industria y de algunas de las prácticas de la patria financiera. A partir de allí el consumo comenzó su descenso y la actividad pasó de representar el 16% del PBG provincial en 1974 a sólo el 10% en 1989. 
En el ovillo de la historia del vino también están muchas de las soluciones ensayadas que vuelven y vuelven a ponerse en práctica. Los consejos para poner en niveles de competitividad a uno de los principales polos industriales del país, a la “gallina de los huevos de oro”, según Francisco Trianes en los años 30, se reiteran con llamativa fidelidad.
Las primeras crisis del siglo fueron un laboratorio de ensayo para las medidas tomadas por la Junta Reguladora de los años 30, con el apoyo “de emergencia” de los grandes bodegueros.
Creemos que su discutible accionar en cuanto al derrame de los vinos y la extirpación de las viñas, vividas por el común de los mendocinos como una afrenta, ha opacado el alto nivel de análisis que realizó esta institución nacional sobre la problemática de la industria y que produjo casi una perfecta radiografía de esa época.
Habría que reevaluar sus ensayos de algunas soluciones que iban más allá de la eliminación y que constituyen, al fin y al cabo, un antecedente de la reconversión actual.
Entre ésos se destacan el censo de viñedos, bodegas y vasijas, los análisis del mercado externo y doméstico, los estudios de costos y rentabilidad, la insistencia en la mejora de la calidad, las propuestas de bebidas derivadas alcohólicas y analcohólicas y sobre el consumo de cerveza, la valorización del producto a través de la apelación al lugar de origen y al cepaje, la necesidad de elevar el consumo en el mercado interno, el embotellamiento en origen, las campañas de propaganda del vino y de los beneficios del vino para la salud y la urgencia de conciliar soluciones entre todos los sectores de la agroindustria. 
Todo esto se dejó de lado, en muchas otras oportunidades también, cuando los problemas dejaron de ser tan acuciantes y el ritmo de crecimiento continuó.
Siempre los diagnósticos y las salidas fueron pensados en el corto plazo y las crisis sirvieron para consolidar el modelo, que luego de cada una de ellas, reafirmaba sus principales rasgos. Y ello porque las crisis no son iguales para todos los actores del sector. Para algunos es solo una pérdida o disminución de rentabilidad y para otros la expresión descarnada de los desajustes productivos. 
¿Cómo salir de esta nueva situación desventajosa si ya todo en cuanto a excedentes, cupos, consensos, publicidades, maridajes, sommeliers parece haber sido dicho y ensayado hace tantos años? Tal vez sirva mirar a la historia y no hacer tabla rasa del pasado, conocerlo para saber qué fue lo que ya se hizo y cuál fue el impacto. Pero debemos ir hacia atrás a partir de un presente que se debe analizar y cuya heterogeneidad debe ser evaluada y tomada en cuenta. 
Pero también, hay que reconstruir la cultura del vino, dejar de lado los prejuicios de que para tomar hay que “saber”, impulsar la calidad, volver a la mesa familiar, tomar perché mi piace, pensar en los consumidores asiáticos pero también en el inmenso nicho del mercado interno, cotidiano, de todos los días, del vino como salud, como encuentro.
En ese modelo de consumo inclusivo tal vez haya lugar para más jugadores de la cadena productiva y se puedan atenuar las repercusiones diferenciales de las crisis al interior de la cadena productiva. Quizás sea posible dejar de andar a los tumbos entre variaciones de consumo, de precios, alternando contextos de superproducción y hasta de faltante de existencia, como pasó en el primer peronismo, cuando el vino no alcanzaba, aunque parezca imposible.
Dejar de pensar en que solo si se reduce “el tamaño de la industria” (extirpando, reconvirtiendo, eliminando vinos y hasta tirándolos por las acequias) alguna empresas, las más importantes, pueden sobrevivir. Dejar de alabar las virtudes del mercado y/o del Estado regulador según los intereses políticos. Tener políticas claras, en contextos con cierta previsibilidad y con miradas abarcadoras e integradoras. ¿Se logrará?

Fuente: Diario Los Andes, 20 de junio de 2016
http://www.losandes.com.ar/

lunes, 6 de junio de 2016

Recuperadas contra las cuerdas

EL TARIFAZO DE LUZ Y GAS PONE EN RIESGO A CIENTOS DE COOPERATIVAS

Emplean a más de 15 mil personas y enfrentan aumentos que llegan al 800 por ciento en un contexto de caída de ventas y encarecimiento del crédito. El ministro Aranguren no da respuestas.
› Por Javier Lewkowicz


Las empresas recuperadas, que emplean a más de 15 mil personas, se enfrentan a incrementos tarifarios que llegan hasta el 800 por ciento, lo que pone en duda su continuidad. Página/12 accedió a datos actualizados del sector y presenta casos concretos de cooperativas que sufren el tarifazo en un contexto de caída de las ventas, encarecimiento del crédito y de otros insumos y aumento de las importaciones. Muchas presentaron recursos de amparo para frenar el tarifazo y piden ser reconocidas para la tarifa social, aunque el Gobierno se niega. Hasta ahora, el gesto del macrismo luego de que prácticamente fuera tomada la Secretaría de Energía por el movimiento de recuperadas fue permitir que las empresas anotadas en un registro nacional específico paguen el 50 por ciento de la boleta mientras la cartera de Juan José Aranguren se toma 90 días para evaluar la situación.
Según el Centro de Documentación de Empresas Recuperadas, que funciona dentro del programa Facultad Abierta, en Filosofía y Letras de la UBA, hay 362 empresas recuperadas en el país, que ocupan 15.321 trabajadores. El último informe está actualizado hasta el mes pasado y todavía no fue publicado. El anterior registraba datos hasta diciembre de 2013, momento desde el cual se recuperaron un total de 41 empresas autogestionadas por trabajadores. Del total de empresas y de trabajadores, poco más de la mitad se ubica en el Gran Buenos Aires (114) y en la Ciudad de Buenos Aires (71).
La mayoría de las empresas se dedican al rubro metalúrgico (70), seguido por alimentación (49), gráficas (38), textiles (28), gastronomía (25), industria de la carne (25) y construcción (18), seguidas por salud, madera/aserradero, educación, químicas, medios de comunicación, transporte, industria del cuero, vidrio, comercio, combustible, hotelería, entre otros.
“En estos meses del gobierno de Mauricio Macri los impactos más evidentes sobre el sector están relacionados con el aumento generalizado de los insumos, el descenso abrupto del consumo, la apertura de importaciones, la devaluación que encareció insumos importados y arrastró a los nacionales y, principalmente, los enormes aumentos tarifarios, especialmente en electricidad y gas”, explicó a Página/12 Andrés Ruggeri, director del programa Facultad Abierta, del que depende el Centro de Documentación. El especialista agrega que “el mayor impacto, que provocó la reacción de los trabajadores, es el aumento tarifario”.
Varios ejemplos relevados por el informe refuerzan esa descripción. En la Ciudad de Buenos Aires, a la recuperada gráfica Chilavert le subió la tarifa eléctrica de 3 mil a 15 mil pesos entre una factura y otra, un incremento del 400 por ciento, mientras que al restaurant Alé Alé, de 7500 a 22 mil pesos (193 por ciento). La tarifa para el Hotel Bauen subió de 24 mil a 100 mil pesos (317 por ciento) y a la pizzería La Casona, de 8 mil a 42 mil pesos (425 por ciento).
En la provincia de Buenos Aires, la metalúrgica 19 de diciembre pasó de 6 mil a 24 mil pesos (300 por ciento), la gráfica Madygraf de Pilar, de 38 mil a 230 mil pesos (500 por ciento); el frigorífico Subpga, de 100 mil a 850 mil pesos (750 por ciento) y en Neuquén la fábrica de cerámicas Fasinpat pasó de 360 mil pesos a 1.600.000 pesos en concepto de electricidad (344 por ciento). En Tandil, a la metalúrgica Ronicevi, que cuenta con 42 asociados que recuperaron la empresa hace cuatro años, la factura de luz les subió de 32.565 pesos en diciembre a 62.166 pesos en abril.
Otro caso es el de la gráfica Idelgraff, ubicada en Munro, recuperada en 2008 y conformada como cooperativa en 2009. Los 12 operarios gráficos mantuvieron abierta la imprenta pero el tarifazo puso el jaque las cuentas: la boleta de Edenor pasó de 1998 pesos el 15 de enero a 3061 el 16 de febrero y luego a 8794 pesos el 15 de abril (ver foto), en un contexto de fuerte caída de las ventas.
Gisela Bustos es abogada de empresas recuperadas y presentó dos amparos colectivos de seis empresas de San Martín y siete de la Ciudad de Buenos Aires. “También hicimos presentaciones en el Ministerio de Energía y estamos haciendo circular un petitorio. La situación es gravísima. En algunos casos tenemos subas del 900 por ciento. Mientras la Justicia se demora, las empresas pueden llegar a cerrar. La solución de fondo es que las empresas recuperadas tengan acceso a una tarifa social. Es lo que corresponde. Se trata de entidades sin fines de lucro, que además cumplen funciones como ser bibliotecas y bachilleratos populares. La tarifa social exige que la persona no tenga ingresos superiores a los 12 mil pesos y esa es exactamente nuestra situación, porque ningún trabajador retira mensualmente, ni cerca, esa cifra. Lo que corresponde es la tarifa social, pero el Gobierno nos pone peros y trabas”, explicó Bustos a Página/12.
“Para el sector de empresas recuperadas, la contracción del mercado junto al aumento de tarifas y un notable cambio de relación con el Estado ha derivado en un fuerte cuello de botella que impide el crecimiento y complica su lugar dentro del mercado como opción al capitalismo y al sector productivo cartelizado”, indicó a este diario Santiago Luis Hernández, vicepresidente del Instituto de Promoción de la Economía Solidaria (IPES) de la provincia de Buenos Aires.
La situación es muy comprometida tanto para las recuperadas de tamaño mediano que ya están estabilizadas en el mercado como para las micropymes. Una de las empresas más importantes del sector, la fábrica de tractores Pauny, ubicada en Las Varillas, Córdoba, pasó de recibir una factura de luz de 820 mil pesos a 1.800.000 pesos, con una incidencia en el precio final del 9 por ciento. “Además, por la devaluación subió el hierro y la chapa no podemos trasladar eso a los precios porque nos quedamos afuera del mercado. El resultado es que perdemos rentabilidad y no podemos invertir, porque el canal del crédito, con las tasas actuales, está vedado”, indicaron desde la empresa, que tiene 650 trabajadores.
Antonia forma parte de la Cooperativa 10 de Noviembre, ubicada en Lomas del Mirador, La Matanza. Es una hilandería recuperada por sus trabajadoras en 2007, cuando la empresa, a pesar de tener mucho trabajo, cerró por un problema entre los socios. “Trabajamos a fasón, el cliente pone la materia prima y nosotros la mano de obra. Pagábamos 7500 pesos de luz, en marzo nos vino 15 mil, después 35 mil, 37 mil y la última fue de 45 mil pesos, con el mismo consumo, incluso un poco menos. Veníamos bien, en el último tiempo tomamos dos pibes pero esto nos mató, no podemos incorporar a nadie porque todo se lo lleva la luz. Somos 18 familias y si seguimos así vamos a tener que dejar gente afuera”. Antonia y las demás asociadas venían retirando 1600 pesos por semana pero luego del tarifazo bajaron sus ingresos a 1400 pesos por semana, a pesar de la inflación.
Cueroflex está formada por 80 trabajadores que trabajan con cuero reciclado. Las ventas a los zapateros y a los fabricantes de cinturones les bajó entre un 30 y un 40 por ciento. En ese contexto, pasaron de pagar 59.452 pesos el 4 de febrero a 321.757 el 5 de mayo, un 441 por ciento (ver foto). “Si nosotros pudiéramos trasladar los costos a los precios la situación sería manejable. Pero no hay forma de hacer eso en este contexto de caída de las ventas. Nos bajó el trabajo y automáticamente nos baja el sueldo. Si esto sigue así terminamos todos en la calle. Pagamos la luz entre todos y no le podemos dar un mango más a la gente”, contó Jorge a este diario. La fábrica está ubicada en San Martín y fue recuperada por sus trabajadores hace cuatro años.
La textil recuperada Acetato Argentino, que emplea a 80 personas en Quilmes, enfrenta una caída de las ventas del 60 por ciento, a raíz de la depresión del mercado interno y la apertura de importaciones, que llevaron a las marcas a dejar de comprarle. En consecuencia, su consumo eléctrico bajó de 117.840 kw en abril de 2015 a sólo 46.560 kw en abril de este año. Sin embargo, la factura eléctrica de Edesur le subió de 33.619 a 110.522 pesos.
“Las tarifas son parte de un problema mayor. Hay caída de la actividad, suba de la tasa de interés, incremento de precio de materia prima y servicios. El panorama es mucho más complejo”, explicó a Página/12 José Abelli, referente del movimiento de empresas recuperadas, actual integrante de Autogestión, Cooperativismo y Trabajo (Actra). Mencionó el ejemplo de la recuperada Cristalería Vitrofin, que tiene 90 trabajadores y está ubicada en Cañada de Gómez, provincia de Santa Fe. Su principal insumo es el gas, que incide en el 38 por ciento de sus costos, porque utilizan hornos a altísima temperatura. La producción les bajó más del 35 por ciento mientras que la boleta de gas les subió de 70 mil a 280 mil pesos. “La perspectiva es el cierre. No se puede trasladar de ninguna manera a precios ese aumento de costos. Encima está entrando cristal de Checoslovaquia y de Rusia a precio de dumping”, detalló Abelli. También mencionó el caso de la fábrica de pastas frescas y tapas de empanada Mil Hojas, que emplea a 90 trabajadores. “El kilo de harina les subió de 2,20 a 3,90 pesos, la producción les cayó un 35 por ciento y la factura de luz subió de 50 mil a 150 mil pesos”. Abelli citó además la situación de Pauny y la de la recuperada La Cabaña, una fábrica de manteca y crema con 46 trabajadores en Rosario, cuyo alquiler les subió de 90 mil a 170 mil pesos y la factura de luz, de 40 mil a 120 mil pesos”. “Son empresas que no reciben ningún tipo de subsidio estatal y que están totalmente en poder de sus trabajadores”, agregó Abelli.
También está el caso de la Cooperativa Textiles Pigüé, fábrica recuperada por los trabajadores de la ex Gatic, que pasó de pagar 29 mil pesos por mes a Camuzzi Gas Pampeana a 202 mil pesos, un aumento de 600 por ciento. Tienen 150 asociados directos y también empleos indirectos vinculados. “Yo no sé si esto es lo que vale el gas o no. El tema es que de un mes a otro el aumento fue muy abrupto en un contexto económico malo, porque estamos produciendo entre un 25 y un 30 por ciento menos de tela que en diciembre, porque se enfrió totalmente la demanda”, explicó a este diario Marcos Santicchia, presidente de la cooperativa.
La cooperativa El Palmar, ubicada en Laferrere, fue recuperada en 2001 y fabrica ladrillos huecos para la construcción. “En febrero empezamos a notar una caída de las ventas del 30 por ciento junto a la fuerte suba de costos porque nosotros usamos mucho gasoil, líquidos hidráulicos y aceites. En ese contexto, el tarifazo nos puso en una situación casi insostenible. Pagábamos 40 mil pesos por mes, luego vino 350 mil y después 370 mil pesos. La situación es desesperante porque eso implicó inmediatamente una fuerte caída del ingreso de los asociados”, explicó el asociado Alberto Fernández a este diario.
La Fundidora La Matanza, empresa recuperada en 2002 que cuenta con 70 asociados, subió su gasto de luz de unos 25 mil a 80 mil pesos, mientras que el gas aumentó de 30 mil a 130 mil pesos. “¿Cómo hacemos para aguantar? Si tenés laburo se puede solventar, pero si encima no hay trabajo es imposible”, dijo un integrante de la cooperativa a este diario. Otro caso que tuvo difusión el del frigorífico Bragado, recuperado en 2006. “En electricidad pagábamos entre 28 y 30 mil pesos mensuales y ahora está viniendo 70 mil. De agua pagábamos entre 18 y 19 mil mensuales y se va a ir a 50 mil pesos. Se nos está poniendo imposible”, explicó Carlos Alietti, presidente de la Cooperativa.´
Fuente: Página 12, 30 de mayo de 2016.

jueves, 2 de junio de 2016

Andrés Ruggeri:“Hay agresividad e hipocresía estatal hacia las empresas recuperadas”

Entrevista a Andrés Ruggeri por el portal "Notas.org.ar"


Desde Notas dialogamos en exclusiva con Andrés Ruggeri, antropólogo social y miembro del programa Facultad Abierta, que a través del Centro de Documentación de Empresas Recuperadas viene realizando desde el año 2002 una serie de relevamientos de estas empresas a nivel nacional. Según el analista, el cambio de gobierno plantea un escenario cada vez más difícil para las cooperativas y empresas recuperadas (ER).

En el informe de situación que actualmente se está elaborando se constata un crecimiento del número de ER. Desde el último relevamiento, a fines de 2013, hasta marzo de 2016 el número de empresas en manos de los trabajadores ha crecido de 310 a 360. Sin embargo, Ruggeri opina que “ese panorama de crecimiento todavía responde a la dinámica del período kirchnerista anterior”, en lo que hace a los sectores se dan las recuperaciones y a sus características.
El académico explica que, más allá de esta aparente continuidad, “lo que estamos viendo ahora es que hay todo un proceso económico donde la apertura de importaciones, la baja del consumo y el aumento de tarifas están impactando muy fuertemente en toda la economía, en la industria y el trabajo dirigidos al mercado interno”. Y agrega que ese panorama tan complicado impacta en las cooperativas de trabajo y ER  “incluso con más fuerza que en las grandes empresas, que quizás tienen más espalda para aguantar”.
Una de las novedades económicas que más fuertemente ha golpeado a las ER ha sido el “sinceramiento” tarifario. Ruggeri ejemplifica con el caso de la cooperativa gráfica Chilavert, una imprenta pequeña de Pompeya, con una docena de trabajadores: “Estaban pagando hasta diciembre 3 mil pesos de luz, mientras que los trabajadores ganaban de entre 8 y 10 mil pesos. La cuenta de luz equivalía a un tercio del salario de un trabajador. Ahora están pagando 10 mil pesos, lo que es como si tuvieran que pagar un sueldo más”.
Esta dinámica también se verifica con empresas medianas y grandes: “Ronicevi, una metalúrgica de Tandil, pasó de 30 mil a 80 mil pesos de luz, lo que prácticamente los funde. El frigorífico Subga pasó de 150 mil a 800 mil pesos, que ya es una bestialidad. Es muy difícil afrontar eso”.
En ese sentido Ruggeri señaló que las diversas organizaciones de empresas recuperadas y cooperativas “están planteando proyectos de ley, amparos y movilizaciones con respecto al tema de la tarifas, que es lo primero que se siente, el primer impacto fuerte, porque va directamente a las condiciones de producción”.
Este esquema económico, que ofrece más beneficios para la especulación financiera que para la inversión productiva, puede presentar al vaciamiento de empresas como una alternativa rentable para los empresarios. Sin embargo, Ruggeri distingue casos como el del periódico “Tiempo Argentino”, recientemente recuperado por sus trabajadores, donde “un empresario supuestamente compañero cuando no tuvo más la pauta publicitaria estatal directamente dejó todo en banda”, de casos directamente vinculados con la especulación financiera: “Los empresarios, especialmente de medianos para arriba, perfectamente pueden decir que ahora es más rentable comprar Lebacs, o hacer cualquier otra timba, que producir”.
En cuanto a las diferencias de políticas públicas para las ER entre la gestión anterior y la actual, Ruggeri opina: “Nosotros siempre tuvimos una visión crítica sobre la política estatal hacia las empresas recuperadas durante el kirchnerismo, que si bien existía y tenía toda una serie de programas y de subsidios -a veces importantes-, no tenía una unidad, no pensaba al sector autogestionado como un sector económico. Pero había un interlocutor estatal para cuando se presentaban dificultades. Ahora ese interlocutor desapareció”.
Y continúa explicando que la desaparición de programas estatales para ayudar a las ER es la primera demostración de esa falta de voluntad política: “El programa Trabajo Autogestionado, del Ministerio de Trabajo, tenía varias líneas. Una de ellas, llamada Línea uno, financiaba una parte de los salarios de las empresas recuperadas que se declaraban en crisis o que estaban en problemas. Ahora eso no está vigente. No desapareció, pero en la práctica no existe. El programa no se cerró, no hubo despidos, pero no tiene funciones, no tiene nada que hacer”.
Ruggeri enumera otros aspectos de la nueva etapa política que hacen especialmente difícil el escenario para las ER: “Hay tres cosas que están pasando, que tenemos identificadas. Una tiene que ver con una nueva agresividad judicial. Esto es lo que está pasando en todos lados. Ahora la Policía se siente en libertad para apretar a los pibes y para hacer un montón de cosas y lo mismo pasa con los jueces que intervienen en los casos de ER: están agresivos. Por ejemplo, hace 15 días en La Litoraleña -una empresa ocupada pero en producción- apareció el estafador, el vaciador, con el síndico y la Policía para mostrarle la fábrica a un supuesto inversor. Es decir, se hizo un allanamiento para mostrarle la fábrica ocupada a un inversor que la iba a comprar. Eso no había pasado nunca. Y es una muestra del poder”.
Esa agresividad judicial, que implica numerosas amenazas de desalojo en curso, se conjuga con señales negativas “claras” por parte del Gobierno: “Los planteos de expropiación se tramitan generalmente a través de los gobiernos provinciales, de sus Legislaturas. En la Ciudad de Buenos Aires Macri vetó sistemáticamente las leyes de expropiación a favor de las empresas recuperadas y Larreta ya hizo lo mismo con la primera que le llegó, la de La Robla. Por su parte, Vidal ya vetó tres, entre ellas Petinari acoplados”.
Esas políticas gubernmentales, a nivel nacional y de las provincias, se combinan, según Ruggeri, “con la hipocresía que los caracteriza”: “Te reciben y te dicen “Sí, muchachos, vamos a hacer muchas cosas”, pero al final no se hace nada. Los diputados provinciales del PRO votan las expropiaciones para que después Vidal las vete. Eso es algo que también hacía Macri. Las leyes de expropiación entraban en esos canjes que la oposición porteña hacía con el oficialismo, votándole algo a favor para que el PRO para que sus legisladores levantaran la mano por alguna ley de expropiación, pero Macri luego terminaba vetando. Que es lo mismo que hace Vidal ahora”.
Finalmente, existe tercer elemento que caracteriza al preocupante escenario actual de las ER: “Están apareciendo inversores, que no se sabe de dónde salen, con intenciones de comprar ER en dificultades. Ya hubo un par de casos. Y eso genera conflictos internos en las empresas, ya que aparecen sectores de trabajadores interesados en la venta, que piensan que les va a tocar una cantidad de dinero. Hay rumores de dinero que está dando vueltas en busca de eso. No para traer inversores que hagan funcionar la empresa sino para liquidarla en función de algún negocio inmobiliario”.

“Entonces esas circunstancias económicas que tornan difícil hacer funcionar una empresa -concluye Ruggeri-, combinadas con la agresividad de los jueces, los vetos y ese tipo de cosas, plantean un panorama bastante difícil y complejo para las empresas recuperadas”.
Fuente: http://www.recuperadasdoc.com.ar/agresividad.html
Programa Facultad Abierta, UBA, 2 de junio de 2016.

miércoles, 1 de junio de 2016

La actividad industrial va de mal en peor

Después de seis meses sin información, el Indec señaló que la industria retrocedió 2,4 por ciento en el primer cuatrimestre. La baja quedó en parte disimulada por el fuerte crecimiento de la molienda de cereales y oleaginosas tras la devaluación.









La industria acumuló una caída del 2,4 por ciento en el primer cuatrimestre, mientras que la merma en abril fue del 6,7 por ciento, informó ayer el Indec. El organismo estadístico nacional volvió a publicar las cifras del sector manufacturero, que habían quedado bajo el apagón de Jorge Todesca desde diciembre del año pasado. El desempeño industrial es incluso bastante peor si no se tiene en cuenta al complejo oleaginoso, beneficiado por la devaluación y la quita de retenciones. Otro factor que moderó la caída del Indec en relación al desplome de dos dígitos percibido en las empresas es que la base de comparación de los primeros meses del año pasado es baja, mientras que en la segunda mitad de 2015 se daba un escenario de recuperación. Por esa razón, el organismo midió aumentos en el sector textil. En cambio, mostraron caídas el sector automotor, la metalúrgica y siderurgia.
Después de un semestre, el Indec volvió a publicar cifras de actividad industrial. El organismo relevó que en enero hubo un incremento de la manufactura del 1,5 por ciento, seguido por un avance de 0,2 por ciento en febrero. Los números positivos sólo se explican por la liquidación de la cosecha de soja luego de la devaluación y la quita de retenciones. El consultor Orlando Ferreres dice en su último informe que ese período “se caracterizó por la disonancia entre el comportamiento general de la industria con la trayectoria particular del segmento de alimentos”.
En enero, febrero y marzo la industria alimenticia mostró un avance del 7,3; 6,3 y 6,0 por ciento, respectivamente, según el Indec. En realidad, hacia adentro de ese sector hay también fuertes diferencias. Mientras la molienda de cereales y oleaginosas aumentó 66,1; 33,8 y 22,8 por ciento en esos tres meses; carnes rojas bajó 4,2 por ciento en el acumulado del trimestre, carnes blancas se redujo 9,9 y lácteos, 5,7. A medida que la zanahoria que ofreció el Gobierno se fue agotando, la soja dejó de rendir a las estadísticas oficiales: la molienda bajó 4,6 en abril, al compás del -11,5 en carnes rojas, -9,9 en carnes blancas y -20,9 en lácteos.
A partir del desinfle de la soja, el estimador industrial del Indec bajó 3,8 en marzo y 6,7 por ciento en abril. En el acumulado del primer cuatrimestre, la merma manufacturera alcanza al 2,4 por ciento. El Ministerio de Economía difundió un comunicado en donde ensaya una explicación. Planteó que la cantidad de días de lluvia superior al promedio histórico del mes afectó al sector de la construcción, a la industria de la carne, lácteos y la molienda de cereales y oleaginosas. También advierte que los sectores muestran una trayectoria dispar.
En efecto, uno de los rubros que muestra crecimiento en el año es el textil. El Indec calculó una suba acumulada del 14,8 por ciento a partir del avance de hilados de algodón (11,9) y tejidos (16,2) que compensan la caída de fibras sintéticas y artificiales (-4,1). Los datos sorprenden porque todas las mediciones sectoriales advierten fuertes caídas de producción. La Fundación Protejer, por ejemplo, calcula una merma del 25 por ciento, una diferencia abrumadora con respecto a los datos oficiales. “No hay forma de justificar los números del Indec”, aseguró a este diario un empresario del sector. Un sólo rubro mantuvo su producción: tejidos de denim, para la producción de jeans; mientras que el único factor positivo de estos meses fue el freno al contrabando. Más allá de eso, el desplome de las ventas, el incremento de las importaciones, el tarifazo y el endurecimiento del crédito definieron la caída del sector. El Indec aclaró en su informe que “tanto en los rubros productores de hilados de algodón como de tejidos, estas subas responden, principalmente, a la baja base de comparación ya que en los primeros meses del año pasado y en particular en el mes de enero se realizaron paradas técnicas en varias plantas industriales”.
El Indec muestra números más lógicos en la industria siderúrgica. Entre enero y abril las caídas en cada mes fueron de 12 por ciento, 7,1, 21,2 y 14,7 por ciento. En el cuatrimestre la baja llega al 14 por ciento. Ese desempeño se explica por la caída de la construcción (ver página 5) y del sector automotor, que demandan insumos siderúrgicos. El caso de la metalmecánica es similar. En enero creció 0,5 y luego cayó 8,5; 16,5 y 17,4 por ciento en febrero, marzo y abril, respectivamente. En el cuatrimestre la baja fue de 10,6 por ciento.
El sector automotor bajó 12,5 por ciento en el primer cuatrimestre. El fuerte deterioro de la economía brasileña provocó que la producción de autos haya caído 30,7; 22,2 y 6,4 por ciento en enero, febrero y marzo. En abril el sector terminó sin cambios frente al año anterior. Según el Indec, el sector químico subió 3,5 en el cuatrimestre y caucho y plástico, 5,1 por ciento.
FUENTE: Página 12,  01 de junio de 2016.